
Xosé Manuel Pacho, in memoriam
Aquel día, el día que se había marchado Silvia, Pablo había llegado tarde porque las nuevas leyes indicaban que los que se saltaban el confinamiento obligatorio eran condenados in voce, verbalmente y de forma inmediata, por el superior al mando, y con la condena que se considerase más apropiada. Sí, la explicitación más pura del Derecho Penal del enemigo de Jakobs. No cumples la ley, no eres ciudadano. No estás dentro de la sociedad, tampoco eres un ser humano. Por eso, si intentabas escapar después de la sentencia que el militar o la policía dictaba en voz alta, podían tirar a matar. Y tiraban.
Sin embargo, el informe hablaba de un desafortunado accidente que acabó con Marga, la amiga de Silvia. Pablo había llegado a enviarle el informe oficial a Silvia para que lo viese, para se diese cuenta de lo que había pasado. Pero no sirvió de nada porque ella no volvió. Lo que Silvia nunca supo es que había sido Pablo el que le había disparado a Marga el tiro de gracia.
Y de repente, Silvia desapareció de la vida de Pablo, y como por arte de magia había ocupado un nuevo lugar en el mundo de Camilo. Sin saberlo, Camilo, Silvia y Pablo, habían construido, habían dibujado, un círculo vicioso. O pueda que un círculo virtuoso.
Camilo trabajaba de periodista en una conocida página web de deportes. Se dedicaba a redactar teletipos y traducir noticias deportivas que se producían en todo el mundo. Había estudiado en Estados Unidos con una beca de tenis, lo que le permitió trabajar en inglés y hacerse una agenda de contactos de los que tiraba cuando en la redacción le pedían noticias diferentes. Cuando la pandemia apareció en Wuhan, él fue uno de los primeros que se hizo eco en nuestro país, porque acababa de entrevistar a José González, un entrenador español que en aquel momento estaba entrenando al Wuham Zall, de la Superliga china. Le había comentado que se habían suspendido los partidos porque una epidemia de gripe se estaba extendiendo por el país, por el continente. Nadie se lo tomó en serio, pero cada semana que pasaba, la enfermedad iba creciendo, y con ella, los muertos. Exponencialmente.
Él que trabajaba en Madrid, sintió el miedo de la gente. La sensación que se te metía por los pies, cuando desde una ventana mirabas hacia la calle desierta. De coches, de personas, de vida. El silencio se hacía más y más tupido, y en las redes y en los medios salían noticias sobre la pandemia, sobre el Covid. Por eso decidió marcharse. Pidió permiso para teletrabajar, y pensó en volver a Galicia. Esa semana, un amigo diputado también volvía, y le pidió que si podía ir con él. Los trenes y los autobuses parecían menos seguros, y un viaje de cuatro horas, con mascarilla y con las ventanas abiertas no tenía por qué ser un problema.
Y fue justamente en ese coche que le llevaba a su tierra, donde conoció a Silvia. Los azares es lo que tienen. Intentamos construir el futuro sin percatarnos de que, en ocasiones, esta pretensión es tan inverosímil como imaginar la posibilidad de que los monos con el paso del tiempo y de la evolución se pudiesen convertir en seres humanos. Y aun así, seguimos soñando. Seguimos imaginando nuestro futuro, sin darnos cuenta de que lo único relevante es el presente. Silvia se convirtió en su presente, en su pasado, en su futuro…
Nota.- Eppur, si muove
Echamos la vista atrás e intentamos comprender, explicar, razonar, el pasado, y diseñar el futuro. Así estamos nosotros, todos los días soñándonos inmortales, pensando que vamos a vivir para siempre, sin percibir que un golpe de viento puede acabar con nosotros. Sí, con todos nosotros. Como le ocurrió a Pacho, el escritor de esta novela.
Pero 2025 no era una novela. Si acaso, una desnovela. En una realidad, en un mundo que no pudo imaginar ni la mente más enferma. Estamos en 2025 y esto es un infierno perfecto, la realidad postpandemia. En esa realidad transformada, los personajes se fueron imaginando a sí mismos. Y Camilo, Silvia y Pablo, y Pablo, Silvia y Camilo no eran un círculo vicioso, eran un círculo virtuoso que como la protomolécula en la serie The expanse, dotó de sentido al mundo del escritor.
Yo aquí, en estos capítulos solo he hecho el trabajo de revisar los manuscritos que Pacho fue dejando, que fue amontonando en archivos perdidos, mezclados con demandas judiciales, con investigaciones jurídicas, con artículos y novelas que se han perdido con el paso del tiempo, desde su muerte. No sé si podré encontrar más capítulos que estos nueve primeros. Realmente, no lo sé, pero como en cualquier otro círculo vicioso o virtuoso, seguiré buscando.
Camilo Franco