La modernidad líquida fue una expresión que creó Zygmunt Bauman para intentar comprender, aprehender, por qué razón el mundo en los últimos tiempos parecía tan idiota. La liquidez describía y describe un problema actual para así desde su descripción encontrar una forma de resolverlo. Que yo sepa, Bauman, judío polaco afincado en Leeds, no tiene ninguna relación con Galicia, pero nunca se sabe. Probablemente tengamos sin saberlo estudiantes Erasmus en Leeds o personas que han tenido que emigrar por la incompetencia de nuestros políticos.
Lo cierto es que las grandes teorías se confirman con cada ejemplo que podemos tomar de nuestra propia realidad. Y nosotros, siempre, tenemos muchos, demasiados ejemplos de casi todo. Un ejemplo, observamos cómo se habla de transparencia en instituciones como la Diputación de Ourense, y descubrimos gracias a un ex gerente del partido y a una juez incompetente, la de Lugo, que el padre del presidente actual tenía una caja fuerte con dinero… Sí, sería un buen ejemplo. Porque lo normal sería dimitir, marcharse, devolver el dinero y que los jueces competentes, los de nuestra provincia, iniciasen una investigación. Pero no. Aquí, en nuestro condenado país, las cosas no son así. Las cabezas pensantes identifican la modernidad líquida con el agua de nuestros ríos, de nuestro clima. Y hablarán y hablarán de transparencia y limpiarán las ventanas de los edificios públicos y los llenarán de adornos de Navidad. Y no entenderán nada. Se quedarán tranquilos porque gracias a esta modernidad líquida a nadie se le ocurrirá investigar ni las cuentas de Baltar ni dónde tiene el dinero negro o B o sin declarar.
Otro ejemplo, hace poco leía, y sigo leyendo sin que lo cambien, cómo la Revista Galega de Teatro titulaba su blog de crítica Teatro crítico universal, aludiendo a la obra fundamental de un ourensano ilustre, el Padre Feijoo, sin darse cuenta de que esta obra no tiene nada que ver con el teatro. De hecho debe ser uno de los pocos temas que no trata a lo largo de sus nueve tomos. Imagino que pensaban que como el título llevaba la palabra teatro, ¿quién podría suponer que no hablaba de esto?
Ejemplos, los citados, que expresan cómo se traduce la idea de la modernidad líquida de la que habla Bauman en la práctica. El problema es que entender las cosas así es no entender nada y quedarse con lo superficial, lo que nos lleva a estar con el auga al cuello. En fin, ¡maldita liquidez!