Esta semana pasará a la historia de nuestras vidas. Sí, con certeza, dentro de veinte, treinta o cuarenta años, todos recordaremos esta semana como una semana especial. Todos vivíamos con una íntima ilusión, pensando que el país, nuestro país, caminaría por una senda única, la del futuro. Mirabas los rostros de la gente por el centro y también por la periferia de Ourense y en todos ellos descubrías ese brillo especial.

Por un momento, podías olvidarte de las miserias diarias y congraciarte y compartir el futuro de un país. Ya no importaban las cacicadas de los alcaldes de turno. No pensábamos en ese ayuntamiento de Xinzo que actúa según los tribunales de forma grosera y hasta delictiva, contratando a dedo como si tal cosa.

Fascinados por esta semana especial, tampoco nos indignábamos por esos puntos kilométricos que el ayuntamiento de Ourense colocó en el paseo fluvial y que costaron mil euros cada uno. No, como somos ricos, no importa, como si el ayuntamiento quiere comprar altavoces o pianos. ¡Qué más da!

Siempre hay alguien que no se entera de lo histórico del momento y se mosquea por tonterías, como ese que fue condenado a un año de cárcel por golpear a un tipo que le negó un pitillo. Normal, no merecía un año, merecía veinte, o ¿qué se cree, que trabajaba en Novagalicia Banco y vendía preferentes?

Esta semana ni me preocupó la vieja polémica del ayuntamiento de Ourense por adjudicar a dedo una obra de más de seiscientos mil euros a una empresa amiga. No, esta semana no. Altura política, eso es lo que tenemos que tener siempre.

Y justamente cuando estaba disfrutando del momento, de mi país, de mi futuro, de esta semana histórica, coge España, pierde en el Mundial y queda eliminada.

Esta semana que iba a pasar a la historia de nuestras vidas se quedó en nada. ¡Qué desastre! ¡Qué contradicción! Casi tan grande como el vodka ourensano o la monarquía democrática.

*Artículo publicado en gallego en La Voz de Galicia el 21 de junio de 2014