25 SEGUNDOS

Texto publicado en gallego en la Revista Grial en el año 2009.

25 segundos.- Relato  

25 segundos es el tiempo que dura una imagen, una evocación, en nuestro cerebro.

Me llamo Xurxo Borrazas, y no soy escritor. Hace mucho tiempo que me cambié de nombre, cuando, de pequeño, emigré con mi madre a París. Acababa de morir mi padre, y ella había decidido irse a trabajar a Francia. Habíamos llegado desde Vilaboa, una pequeña aldea de Allariz, y cuando llegamos mi madre se colocó ya de portera en la rue d’Ulm, cerca del Panteón.

Y digo que me cambié de nombre cuando mi madre me llevó a París con nueve años, porque fue en esa ciudad donde conoció a su segundo marido, a Jacques Perec, con el que casó. Yo nunca me sentí marginado por mi padre de adopción, de hecho, recibí la misma educación que el resto de sus hijos. Seria, estricta, y absolutamente libertaria. Con el paso de los años, acabé sintiéndome francés y compartiendo su imaginario casi como alguien nacido en Versalles. Todos sabemos de la capacidad de mimesis de los gallegos, de la capacidad adaptación como forma de supervivencia. Así, hasta afrancesé en mi nombre. De Xurxo pasé a llamarme George. 

Porque recuerdo ahora esto, en lugar de escribir una novela? No lo sé, tal vez, porque decidí marcharme. Descansar por fin, de mi propia vida. Del éxito, de la felicidad, y de mi enfermedad que desde hace años ya era terminal. Y en los momentos de cambio, todos, todas volvemos a nuestras raíces. Al corazón de nuestro ser, aquel de cuando veías pasar la vida sin dolor, sin errores, sin infelicidad.

Yo, ya os digo, decidí marcharme. Dejar París y buscar un lugar donde la lluvia no formase parte del escenario cotidiano, donde ser feliz no sea un mal necesario para la sociedad. Y ser un perfecto desconocido. Aunque sí, ya lo sé, ser escritor no es ser futbolista. Tal vez tú mismo, tu misma, te acabas de cruzar con Milán Kundera, o con Graham Green, si estuviese vivo, y ni lo sabes. Y qué mejor lugar que Brasil, que O Río, como ellos le llaman, para pasar los años finales de mi vida. Recuperar una lengua hermana que está encordada en mi memoria de los paraísos perdidos, con los placeres más sencillos y más primarios. Ahí estuve viviendo desde el 3 de marzo de 1982, hasta hoy que he decidido volver para despedirme de los míos. En el vuelo 447 de Air France.

Pero yo no quiero hablar de mi vida. Quiero hablar de otras cosas.

El otro día, leí que nuestro cerebro emplea las mismas terminaciones nerviosas para los acontecimientos que consideramos pasados, para la memoria, que para los futuros. Entonces, si queremos pensar en la cama en la que nos acostaremos dentro de un año, evocaremos una cama del pasado; Y si queremos pensar en una mujer o en un hombre que nos gustara dentro de diez años, vamos pensando en una mujer o en un hombre que nos gustó en el pasado.

Así funciona nuestra mente, como un gran farsante, como un objeto cínico, si nuestra mente pudiese ser un objeto, y si los objetos pudiesen ser cínicos. Porque los seres humanos no somos capaces de cambiar de opinión. El cerebro no nos lo permite, se inhibe. Por el contrario, los monos y que pueden cambiar de opinión. Concluiremos, consecuentemente, que un convencido demócrata como yo puede pensar que la guillotina es una opción que no debe ser descartada como instrumento en el debate social y democrático. Este y no otro, fue el pesado y afilado argumento para convencer a Francia que dejase de ser monárquica. Caso contrario, el único modo de que un país deje de ser monárquico sin cortarle la cabeza a sus ciudadanos, sería. que sus ciudadanos fuesen monos y no hombres y mujeres. Preguntas, provocaciones, ideas… Y muy pocas respuestas, es lo que me llevo de esta vida.

George Perec, antes conocido como Xurxo Borrazás se calló durante un segundo. La verdad es que no estaba acostumbrado a viajar en avión. Además, un vuelo transoceánico no es lo mejor para un señor de su edad y enfermo, aunque sea un Airbus AF-447 uno de los modelos más confortables de la actualidad.

Pero ese silencio de un segundo se alargó muy, muy despacio en el tiempo, hasta convertirse en veinticinco veces un segundo. En ese espacio, George Perec, antes conocido como Xurxo Borrazás, dejó que los pensamientos y las ideas volasen libres por la mente de los que leían estas líneas. Aunque ninguno de nosotros estuviese allí. De hecho, las palabras jamás habían sido escritas. Las palabras, las docenas y docenas de palabras, se habían ido vaciando sobre el Atlántico, hasta que el texto que nunca había sido escrito, dejó a George Perec, sin palabras. 

Nota.- El vuelo 447 de Air France fue un vuelo comercial internacional que el 1 de junio de 2009 se estrelló en el océano Atlántico con 216 pasajeros a bordo. Sus restos nunca fueron encontrados. 

25 segundos.- Novela

En homenaje a Adolfo Bioy Casares y a una noche

de brujas donde el secreto me fue revelado.

Una casa, en un lugar indeterminado del mundo.

Uno

Esto no es una novela. Quiero aclararlo antes de nada para evitar malos entendidos. Éstos son solo anotaciones de un personaje que quiere escribir un libro. El personaje se llama Xurxo Borrazás pero podía llamarse M., o K. o como queráis. Nosotros, al fin y al cabo, es que los personajes están hechos para ser escritos, o, pueda que para ser leídos, pero evidentemente, los personajes no pueden escribir. En opinión de Xurxo sí, pero todos sabemos en lo más íntimo que no es cierto. Posiblemente, sea un invento de un escritor desalmado para sembrar en todos nosotros, interrogantes.

Este es un diario de historias, llamadle como prefiráis pero insisto, no es una novela. Son historias que han ocurrido en mi vida. Alguien puede pensar que son ficción, tan reales como todo lo que veáis con vuestros ojos. Ninguna de estas historias es inventada, y la mayoría de ellas aún tendrán que pasar. Pero da igual. En este espacio vacío, la que manda es la dama negra, o el desasosiego. Los tentáculos del diablo, de los hombres y de las mujeres que ahora están leyendo estas hojas que fueron escritas en papel en un viejo cuaderno. Son vuestros brazos y vuestra mente la que acoge, en lo más hondo, una extraña sensación de miedo.

Como el miedo de M., el día que en su casa coge una pistola del cajón del mueble de la sala y, en un segundo la cargó y le quitó el seguro. Estaba convencida de que ha visto alguien en la ventana de la planta baja de la cocina. Una sombra, una palidez sobre el brillo del cristal. Puridad, apuntó al cristal justo en el momento en el que todo se detuvo. Y apretó el gatillo con las dos manos y, sin pensarlo disparo.

Pero el fantasma ya no estaba allí. Había salido de la cocina cuando aún en su mente resonaba el eco de los cristales estallados contra el acero. Por lo menos, en ese momento no sintió esa presencia desasosegada. Tal vez, porque no podía pensar. Fue el teléfono y cerró la puerta del salón, como si el hecho de cerrarla hiciese que no pudiese pasar nada malo, que estuviese más segura. 

En la silla de cuero y espero mientras las manos que dispararon la pistola ahora estaban cogiendo con fuerza su cabeza. Un segundo, dos segundos, tres segundos, hasta veinticinco. Pero ningún espacio está cerrado, hasta los más seguros son apenas un sueño, una evocación de lo que no puede ser. Nadie está seguro en ningún lugar, porque cuando nos quedamos solos, llevamos siempre nuestros fantasmas.

Pero M. no lo podía saber. M., los ojos marrones tampoco pudo oír el grito sin voz de su garganta, ni sentir la desesperación final, cuando la imagen que había visto detrás de la ventana, se había vuelto otra vez a clavar en sus ojos. Ella siempre estuvo allí, enjaulada en su cabeza, hasta la última respiración que ya había sido inconsciente, cuando todo había acabado.

Ahora, sin que nos hayamos percatado, esa imagen se ha quedado colgada también de nosotros, libre y activa como un misil scout que aparece en este silencio para perseguirnos desde los ojos vacíos que vigilan detrás de nosotros. 

Dos

Yo decía que, aunque digan que esto no es una novela, para mí sí que lo es, porque ahora, detrás de nosotros, cuando dejemos de leer, quedará un rosario de historias inconclusas, de palabras que se esparcen con cada ser humano desde hace mucho, mucho tiempo.

El big bang es la historia del universo y el comienzo. 

M. es todas las historias y el comienzo. O, pueda que todo se reduzca a Xurxo.

Tres

Hoy ha vuelto a llover en la ciudad, dijo en voz alta Xurxo. Llevaba mucho tiempo sin caer agua de esta forma. Y sin embargo, contra el cristal, no golpeaban las gotas de lluvia. Sonaba extraño. De otro modo. Como si un minúsculo torrente resbalase por el lateral de la casa.

Y ahora en la noche, tras llover todo el día, solo se percibía el correr del agua. Lleva once horas lloviendo.

Cuatro

El ruido se ha convertido en una obsesión. Me he levantado, y el día parece arrugado tras la tiniebla de la mañana échale todas las gotas de agua del mundo.

Estoy cansado, pero sigue lloviendo. Veinticuatro horas lloviendo.

Cinco

Pero ya sé que no va a dejar de llover. He perdido la cuenta del tiempo que falta. Solo consigo oír un rumor sordo que está ahí. Cuarenta y ocho horas, setenta y dos horas, noventa y seis horas.

Y el silencio dejó de ser. Ahora ya no veo la lluvia, ya no la oigo, y empiezo a sentir su humedad. Muevo la nariz buscando la fuente. Pero esto no es una fuente, es una gran catarata que me rodea por todos lados. Humedad seca que se mete entre el aire que respiro, humedeciendo todas sus moléculas.

Ahora sé que va a seguir lloviendo.

Seis

Una semana seguida, dos meses, un año lloviendo sin cesar. Y yo ahora no veo nada, no oigo la lluvia, no siento el agua. Solo pasando la lengua sobre los labios me permite notar un paladar salado y extraño.

Salgo a dar una vuelta alrededor de mi casa. Pero el mundo se consume, y ahora ya nadie habla. Estamos todos callados, y las palabras ahora se van perdiendo en algún lugar, porque no hay nada. Solo al fondo, una casa.

He perdido la cuenta del tiempo que lleva cayendo agua del cielo, Y esta mañana he sentido una presencia extraña. Estoy preparado para el final. Mi cuerpo se está convirtiendo en un fluir de agua.

Hoy, detrás del cristal, he visto a una mujer que no conocía. Esto se acaba.

Ya no queda nada.

Ni palabras.

Xurxo B.

Siete

La casa de Río de Janeiro no volvió a ser habitada. La gente de la calle decía que habitaba el fantasma de un escritor francés. 

Pero yo, no creo en fantasmas.

Epílogo

Veinticinco segundos es el tiempo que durará esta sensación, esta imagen en vuestro cerebro. Podéis cronometrarlo.

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